NOTA DE PRENSA

“Richard lleva veinte años rodando su autorretrato:
desde su infancia en Arabia, donde su padre era
hidrólogo, hasta sus aventuras en Granada y Córdoba.
Una especie de diario rodado en súper 8 y en 16mm.
Toda una parte de su monumental película está
dedicado a Pablo y a su mundo. Yo salgo en algún
capítulo. En el verano de Conil, por ejemplo…”
“La idea de escribir sobre Pablo debió de venirme,
precisamente, viendo la película de Richard, aunque
entonces no me diera cuenta. Un autorretrato en
movimiento. Me encantaba la idea, pero que un inglés
hubiera dedicado buena parte de su tiempo a filmar la
vida de un amigo como apéndice de su propia biografía
era un poco más que raro.”
‘Vida De Pablo’
Carlos Pardo
(Editorial Periférico, Madrid, 2011)
JUANJO FERNÁNDEZ | 14 de mayo de 2014
Vida De Pablo | CORDÓPOLIS, el Diario Digital de Córdoba
Life of Pablo’, una película documental de
Richard Horn estrenada en la Filmoteca de
Andalucía, retrata a una generación de artistas
cordobeses, su entorno, sus ambiciones, sus
logros y algún fracaso
Una vez más, alguien de fuera viene a contar nuestra
historia. Siguiendo la tradición de los viajeros británicos
que pasaban por aquí y acababan fascinados con el
paisaje y el paisanaje, Richard Horn ha fijado, rodando
durante 20 años, un retrato de esta ciudad del sur del
Sur.
La gente en los bares, en la plaza, las calles, un poco
también las afueras, los coches de segunda mano que
nos llevan y nos traen por carreteras solares que cruzan
la campiña, una venta, una cerveza con una tapa de
salchichón… Todo eso esta fijado en la película Life of
Pablo, de Richard Horn que ayer se estrenó en la
Filmoteca de Andalucía. Todo eso y más, porque la
cámara lenta de 16 milímetros que ha portado Horn
durante más de veinte años, no ha dejado de filmar las
sencillas ambiciones y el devenir cotidiano de amigos
que se encuentran en un bar, hacen excursiones,
escriben novelas o pintan cuadros. ¿La vida sencilla?
Para nada.
Horn, en Life of Pablo, fotografía la luz de Córdoba, una
ciudad del sur que fascina al “guiri”, con su cielo, sus
plazas, sus callejuelas, sus esquinas con un bar donde
tomar la caña pertinente, donde se habla de lo divino, lo
humano y hasta de lo extraterrestre.
Pero Life of Pablo es más que un documental al uso, más
que el retrato del viajero del norte que acaba en el sur.
Richard Horn nos lleva a “su sur”, los recuerdos de
infancia, de su padre llevando a la familia a Arabia Saudí
porque allí trabajaba el inglés buscando e intentando
dominar el agua en el desierto. (genial el plano del
pasaporte donde, en el apartado de la “profesión” se lee
hydrologist. ¿se puede ser algo más importante en el
desierto?) Ésa es la gran metáfora de la película: alguien
de fuera viene e intenta buscar agua, fluido, vida… y lo
encuentra, y lo disfruta, y lo comparte.
En Life of Pablo podría pensarse que el protagonista es
el tal Pablo, pero al igual que en la novela de Carlos
Pardo de igual título y que justifica parte del film, Pablo
es un tipo que estaba por ahí y la vida y tal sucedía . Y
luego vino un señor inglés y encontró agua.
https://cordopolis.eldiario.es/cultura/tipo
estuvo_1_7010374.html
ANGEL RAMIREZ | 21 de Febrero de 2017
Ataraxia | CORDÓPOLIS, el Diario Digital de Córdoba
La ataraxia es la incapacidad del ser humano para sentir
frustración. La puede provocar un ictus o incluso un
golpe en la cabeza, y por ella perdemos toda capacidad
para enfadarnos o desilusionarnos. Parece el santo grial
pero tiene un alto precio, perdemos el deseo y el motor
para cambiar que supone la amenaza del desencanto, la
frustración. El que la padece no es consciente de sus
límites, ni de las consecuencias de sus actos. El término
tiene un origen losóco en corrientes como el
epicureísmo, el estoicismo y el escepticismo, y aquí se
identica con tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad
gracias a la anulación del deseo, de las ambiciones.
El otro día volví a ver La Vida de Pablo, la película de
Richard Horn. La primera vez que lo hice ya me pareció
una historia hermosa y triste, la atmósfera cargada de
pesimismo, la vida parecía una derrota asumida de
antemano y todo consistía en sobrellevar esa impotencia
producto de los límites de los protagonistas y la
conciencia de ellos, o directamente de la abulia. O quizás
de la habilidad para saber vivir, quizás hacemos cosas
porque no sabemos disfrutar de la vida y nos
empeñamos en transformarla, y ahí de pronto nos
encontrábamos a unos amigos que lo habían descubierto
y se esmeraban en conversar, mirar, disfrutar de la brisa,
las terrazas, los muebles antiguos.
Comienzas la película y ves como todo evoluciona
despacio y sin sentido y esperas el momento en el que
todo cambia, que surja el proyecto que los une, los
proyecta… y no, al rato te das cuenta de que eso es todo,
que simplemente se trata de saber estar ¿ Será
mediocridad? (RAE: de calidad media, de poco mérito,
tirando a malo). Quizás los amigos de Pablo sean como
la ciudad, de la que no paramos de decir que es aburrida,
pasiva, provinciana, nostálgica, irrelevante. Igual todo
ese esteticismo es un barniz que dan a las cosas para no
enfrentar los desconchones de los muros, las puertas
que no cierran, la insignicancia, la ruina. Los proyectos
en esta ciudad nacen y sobre todo mueren solos, no por
consecuencia de la voluntad de nadie, surgen de las
palabras inconexas de unos y otros y tiempo después los
silencios y las ausencias nos indican que ahora toca otra
cosa, quizás ninguna cosa. Los calculistas indios
denieron la nada como el resultado de sustraer cualquier
número de sí mismo, y los amigos de Pablo hacen todo
el esfuerzo por alcanzar la nada a base de negarse a sí
mismos, nada más allá de convertirse en paisaje.
El debate estaría entre la indolencia buscada o la
mediocridad impuesta si no fuera porque veinte años
después Carlos Pardo escribe la novela que escribe,
Richard estrena esta joya de
película, y Pablo hace su primera y, para mí, excelente
exposición (y si estuviera aún Eli…). Así que habrá que
aventurar una tercera hipótesis y es que esta charpa ha
encontrado un camino laberíntico (como la Córdoba de
la película o uno de los cuadros de la exposición) y a la
vez tan sencillo como pararse a mirar y no ser
pretencioso para llegar a la excelencia, o a la
profundidad, o lo que quiera esto que sea. La condición
es tener la suerte de tener talento o de encontrarlo cerca,
no tener prisa, ni ambiciones, ni estrategias, ni
proyectos. Y esperar pacientemente unos veinte años.

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